martes, 20 de febrero de 2007

Tomatero

Un amigo me contó (estas cosas siempre te las cuenta un amigo) que en pleno sexo rabioso con una modosita compañera de trabajo, notó que la mujer se desbordaba de un inédito apetito sexual y que sus fluídos eran una cálida sensación que le bañaba la entrepierna.
Se sentía macho, bien hombre.
El salame recién se había dado cuenta que algunas mujeres, cuando están con el período menstrual, garchan como fieras en celo.
Claro, eso que parece flujo, es otra cosa. Pero él se hizo adicto.

1 comentario:

toi, anais dijo...

Quiero más anécdotas de tus amigos. Y, por favor, números telefónicos... No abundan los adictos tomateros...

Adieu.